Cap. X
El sonido afinador de lluvias
se mezcló con olor a gato mojado y un liquido marfil terroso llegó a la boca
del respiradero avanzando en un hilo finísimo, deslizándose pegado al muro,
para bajar por la escalera que unos metros más abajo se perdía en el sótano de
Ailia y adentrarse en él zigzagueando lentamente hasta alcanzar el pie
izquierdo de Bamboleo Leobambo que saltó como un estremecimiento al sentir el
liquido vivo en su zapato. La bicicleta negra y el perro blanco abandonaron su
ragtime, los demás callaron también. Bamboleo Leobambo abrió la puerta tras su
revólver Smitangüison y con el resto del grupo pegado a su espalda comenzó a
seguir el rastro del líquido marfilanaranjado. En la calle sólo la lluvia descompasaba
el silencio. Pegados a la pared vieron salir del respiradero las últimas boqueadas
de la mezcla como pequeños espasmos despedidos por entre el alambre
entretejido. Tras ellas el cuerpo sedoso del gato irisado se dibujó escupido
por el desgarrón, Cur lo recogió de la humedad: estaba muerto. Una nueva mezcla
color madera de sándalo atardecer empezaba a salir del respiradero; junto al cristal,
allá abajo, en un rincón, la calma conservada esperaba una garra que ya no
llegaría. Ailia miró hacia arriba, el
aura del gato irisado junto a una nube y su novio el Fa Mayor se abrazaban sorprendidos
sin perder de vista la escena.
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